Durante estos tres años viví al ritmo de tus sonrisas. No sé cómo siempre tenías una sonrisa para darnos. Todas la sonrisas en las que te retrato, volvíamos de una quimio, un pinchazo, una anestesia, un "tatuaje", los rayos, o habías estado volando de fiebre, o con innumerables vómitos, con cansancio, malestar, diarrea, dolor de cabeza, dolor de panza, de espalda o de hueso, pero siempre cuando se terminaba nos dabas tu mejor sonrisa. Al lado nuestro siempre estaba tu "Hombrecito del azulejo"
Ay Isa! Sos un cachivache! siempre me decías. Cuánta razón... tengo tatuada tu voz con esa expresión... tengo tus caricias tatuadas en la nuca... qué ganas de alzarte y abrazarte... que te me rías... cuánta vitalidad tenían tus risas... sabías: nada volvió a estar bueno desde que no estás.
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