Planearon un viaje juntos. Querías irte de joda a la playa, a la casa de la Tía Norma. No te importó el viento, ni el agua fría, con tus pantaloncitos de Boca, querías sentir el agua rompiendo en tus piernas. Te encantaba sentir la arena entre los dedos de los pies. Te hacían reir mucho las olas, lo inesperado de saber cuándo venían, hasta que descubriste el ruido del vaivén del agua, ya podías correr al ritmo de las olas en la orilla de la playa.
Durante estos tres años viví al ritmo de tus sonrisas. No sé cómo siempre tenías una sonrisa para darnos. Todas la sonrisas en las que te retrato, volvíamos de una quimio, un pinchazo, una anestesia, un "tatuaje", los rayos, o habías estado volando de fiebre, o con innumerables vómitos, con cansancio, malestar, diarrea, dolor de cabeza, dolor de panza, de espalda o de hueso, pero siempre cuando se terminaba nos dabas tu mejor sonrisa. Al lado nuestro siempre estaba tu "Hombrecito del azulejo"
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