Después del transplante, cada día que pasaba tenías mejor color, más fuerza, más ganas de hacer cosas. Venía Cecilia, tu seño domiciliaria, y la hacías jugar todo el tiempo. Ceci quería ponerte a trabajar un poco, te traía las letras en braile, las cajas de huevos, las plantillas, dominoes de relieve, pero vos nada de trabajo, la hacías sentarse en el piso de tu cuarto y que jugara con tus autitos. Cuando te cansabas un poco, te hacías el mimoso y tenía que llevarte hasta mi cama a upa. Y ella te quería tanto, la podías tanto que hacía todo lo que vos querías. Fuiste un bandido!!!!
Durante estos tres años viví al ritmo de tus sonrisas. No sé cómo siempre tenías una sonrisa para darnos. Todas la sonrisas en las que te retrato, volvíamos de una quimio, un pinchazo, una anestesia, un "tatuaje", los rayos, o habías estado volando de fiebre, o con innumerables vómitos, con cansancio, malestar, diarrea, dolor de cabeza, dolor de panza, de espalda o de hueso, pero siempre cuando se terminaba nos dabas tu mejor sonrisa. Al lado nuestro siempre estaba tu "Hombrecito del azulejo"
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