Era su tercera internación. El cansancio se apoderaba de ese pequeño cuerpo.Acurrucado, perdido en la inmensa cama, sin hablar, sin mirar, sin contestar, allí quedó tratando de acomodarse a este nuevo cuerpo que le pedía mucha fortaleza. Así transcurrieron los días. Los antibióticos comenzaron a hacer efecto rápidamente, a las 24 horas la fiebre era esporádica, los controles de líquidos eran normales, comenzaban a subir los rojos, los blancos, las plaquetas, el milagro de la medicina volvía ese pequeño cuerpo a intentar un equilibrio. Su cuerpo revivía, su alma se apagaba. Si había tenido una esperanza de sentirse como el de antes cuando salió de su segunda internación, ahora habían muerto.
En un silencio sepulcral transcurrían los días en esa sala de aislamiento, solo por decisión propia, sin querer ver a nadie, sin querer tocar nada, sin querer escuchar nada, sin juegos, ni juguetes, sin cuentos, ni canciones, acurrucado, dejando que el tiempo se lo lleve. Nada ni nadie podía sacar la angustia, ni él mismo sabía cómo iba a acomodarse, seguía ciego, y no parecía haber tiempo ni remedio para esta situación. Cómo jugar? No lo sabía, ni se animaba. Los jueguetes y regalos se iban acumulando en la punta de la cama, esperando animarse a ver de qué se trataban, era un niño que ya no jugaba. Hacía dos meses que no jugaba, no se relacionaba con los juguetes, no sabía qué hacer con ellos. Todos nuestros esfuerzos fueron en vano. No quería, se negaba.
Una mañana, entre tantas visitas no recibidas, hubo una muy especial y me dijo: -Vengo a ver a Joaco, le traigo un recado de su amigo, le manda su Power Ranger preferido, se lo dás? Mi ya tan repetida respuesta- Gracias, pero no quiere ver a nadie y no quiere ni agarrar lo que le traen. Pero la fuerza de la amistad, une lazos invisibles, logra los imposibles, rescata a los desesperanzados, calma las ansiedades, y por qué no intentarlo? -Por qué no entrás vos y lo intentás? Tal vez, ni yo sabía el desafío de lo que estaba pidiendo, que sólo el poder de una gran amistad, acalló los propios miedos y se animó a enfrentarse a sí misma.
El chirriar de la puerta sacó de su estado somnoliento a Joaquín. El "Mirá quién vino a verte?" fue tajantemente cortado por un "ya te dije que no quiero ver a nadie". Rápidamente, sin pensar, sin rodeos, sólo con la fuerza del amor, la enviada cortó su queja y le dijo: - Tu amigo te manda un regalo.
No importaba ser ciego, estar dolorido, aterrorizado, aislado de miedo. No había que explicar nada. Su amigo estaba y era el de siempre. La barrera mostraba una grieta y por allí pasaba Joaco, el que siempre había sido, el que jugaba, se reía y divertía. Una suave sonrisa se dibujó en su cara, sus ensombrecidos ojos chispearon y sus manitos involuntarias se alargaron hacia la dirección de esa voz suave conocida, que lo había calmado tantas veces, había sido fuente de alegría, de compartir, de planear, de imaginar, de soñar, y a través de la cual, podía volver a soñar con un mundo de juego, la normalidad de un mundo conocido.
Con sus pequeñas manos, abrió el paquete de su amigo, recorrió todo el muñeco con sus deditos, descubrió sus secretos, preguntó por sus colores, probó sus movimientos, experimentó los ruidos que hacía al caer en la cama, en el piso, en la mesita, al chocar con otro. Inmediatamente, todos aquellos objetos que habían quedado relegados al pie de cama, eran explorados por las cada vez más audaces y experimentadas manitos, descubriendo sus detalles, sus usos, sus posiblidades, comenzando a disfrutar nuevamente del juego simbólico que había perdido entre pinchazo y pinchazo.
Durante estos tres años viví al ritmo de tus sonrisas. No sé cómo siempre tenías una sonrisa para darnos. Todas la sonrisas en las que te retrato, volvíamos de una quimio, un pinchazo, una anestesia, un "tatuaje", los rayos, o habías estado volando de fiebre, o con innumerables vómitos, con cansancio, malestar, diarrea, dolor de cabeza, dolor de panza, de espalda o de hueso, pero siempre cuando se terminaba nos dabas tu mejor sonrisa. Al lado nuestro siempre estaba tu "Hombrecito del azulejo"
sencillamentw, me emociona recordarte y me da muchas ganas de darnos un abrazo con suavidad como solíamos hacer
ResponderEliminarHola soy Nati, gracia por entrar en mi blog y dejar tan bellas palabras.
ResponderEliminarYo por lo que puedo leer el peque se marchó a otra dimensión, seguro que ahora está feliz, jugando con las nubes y los rayos de sol y sonriendo siempre.
Me quedo como seguidora, para poder conocer toda su vida y las vuestras y me comprometo a hacerle un nido dónde vivir feliz dentro de uno de mis cuentos.
os gustaría???
Besos Nati.
No me olvido de lo que os propuse, pero quiero tratar el tema con el mayor respeto posible y que quede muy bello para que vuestro tesoro se sientabien comodo en él que quizas por este motivo tarde algo más en mandaros el cuento. pero siempre estaís en mis pensamientos y en mis oraciones.
ResponderEliminarCariños nati.
Qué hermosa prueba de amistad!!! En el día del amigo un homenaje...
ResponderEliminarHay días en la vida que no se olvidan y se nos quedan eternos de sensaciones... este es uno y el primero de muchos que trajo después...
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