Te fuiste con el abuelo en una salida de hombres, de día pesca y de noche quién sabe qué harían. Cuenta el abuelo que le cebaste mate todo el viaje. Te daba miedo. Tenías miedo de que se te cayera en el auto. Pero armaste un mate con la tapa del termo, medías con el dedito el nivel del agua y le dabas el mate. Hablaste todo el viaje por eso se hizo corto, preguntaste del camino, de la ruta, los peajes,
Durante estos tres años viví al ritmo de tus sonrisas. No sé cómo siempre tenías una sonrisa para darnos. Todas la sonrisas en las que te retrato, volvíamos de una quimio, un pinchazo, una anestesia, un "tatuaje", los rayos, o habías estado volando de fiebre, o con innumerables vómitos, con cansancio, malestar, diarrea, dolor de cabeza, dolor de panza, de espalda o de hueso, pero siempre cuando se terminaba nos dabas tu mejor sonrisa. Al lado nuestro siempre estaba tu "Hombrecito del azulejo"
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