Con el tío Cali se la pasaban haciendo morisquetas y burlándose de todos nosotros...
Jeje... nunca perdiste ese sentido del humor tan especial...
En el hospi estableciste el sistema de la alcancía... y el que quería pasar a verte tenía que pagar!! Ja... hasta los doctores ponían monedas... y alguno que otro se animó con un billete!
Durante estos tres años viví al ritmo de tus sonrisas. No sé cómo siempre tenías una sonrisa para darnos. Todas la sonrisas en las que te retrato, volvíamos de una quimio, un pinchazo, una anestesia, un "tatuaje", los rayos, o habías estado volando de fiebre, o con innumerables vómitos, con cansancio, malestar, diarrea, dolor de cabeza, dolor de panza, de espalda o de hueso, pero siempre cuando se terminaba nos dabas tu mejor sonrisa. Al lado nuestro siempre estaba tu "Hombrecito del azulejo"
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario